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La obra de Aníbal Gil puede dividirse en varias etapas. En sus inicios, se enfocó en la figura humana con un estilo realista, explorando su relación con el entorno. Luego, evolucionó hacia un enfoque más surrealista y simbólico, incorporando elementos oníricos y explorando lo espiritual y lo inconsciente. Más adelante, comenzó a representar paisajes cargados de misticismo, donde la naturaleza reflejaba una conexión profunda entre el hombre y lo divino. En su madurez, experimentó con diversas técnicas como el grabado y la escultura, mostrando un interés por el proceso creativo y los materiales. Finalmente, en su etapa tardía, integró estos elementos, logrando una síntesis de sus temas principales: el simbolismo, la espiritualidad y los paisajes introspectivos.

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